Cada mechón de cabello tiene una cutícula, una capa externa que es sensible al agua, al calor y a los tratamientos químicos. Al lavarte el pelo, las cutículas se expanden e hinchan. Esto se conoce como la fatiga hídrica que debilita el cabello y, en cabellos teñidos, acelera la pérdida de pigmento.
Para minorar los efectos de la fatiga hídrica es importante secar el cabello después del lavado, no obstante exponer el cabello al calor del secador de manera prolongada también es perjudicial. El secador es una herramienta fabulosa para ayudarnos a definir y dar volumen con el difusor, pero no debe abusarse de ella. En teoría, para evitar dañar al mínimo los rizos, cuidar las cutículas y evitar el encrespamiento, deberíamos utilizar el secador siempre a mínima potencia y sin calor… pero seamos honestos ¿quién tiene la paciencia para cumplir esta regla?
Por este motivo, para acelerar el proceso de secado (y minimizar el tiempo de uso del secador), antes de exponer el cabello al calor del secador, debemos retirar el exceso de agua con una toalla delicada.
Frotar el cabello con una toalla de algodón puede también debilitar tu cabello debido a su aspereza y la fricción de su textura contra las cutículas. No digamos ya lo dañino que es para el cabello, que lo enrollemos en una toalla sobre nuestra cabeza, tensionando las hebras que al estar mojadas son aún más susceptibles a partirse.
Evitar la fricción y el calor son la clave para mantener el cabello fuerte, suave y sano. Nuestro diseño innovador permite retirar el exceso de agua del cabello sin fuerza ni calor y promueve un cabello más fuerte y saludable gracias a su capacidad para absorber la humedad con más eficiencia y delicadeza que las toallas o camisetas de algodón.